Así señala Oscar Misle, Director de CECODAP, la tan controversiada imagen publicada por El Nacional. No puedo estar más de acuerdo con él. Imágenes similares a las de Auswich, que niños y adolescentes pueden ver en libros e internet sin más control que aquel derivado del parental.
El Artículo 68 de la LOPNA referido al Derecho a la Información señala “El Estado, la sociedad y el padre, la madre, representantes o responsables tienen la obligación de asegurar que los niños, niñas y adolescentes reciban información veraz, plural y adecuada a su desarrollo”. …”sin más límites que los establecidos en la ley y los derivados de las facultades legales que corresponden a su padre, madre, representante o responsable”.
Entiendo que somos nosotros, los adultos miembros de la familia inmediata, los responsables de interpretar si la información que está en los medios, en este caso impreso, es o no adecuada para nuestros hijos e hijas, y brindarles la debida explicación y orientación sobre el contenido de la misma.
Insólito pero cierto la celeridad con que procedió la medida introducida en el Tribunal 12° de Primera Instancia de Protección de Niños, Niñas y Adolescentes. Y sin embargo no leo y escucho en ningún medio oficial o privado que se han tomado medidas contra quienes impunemente asesinan diariamente a niños y niñas inocentes, víctimas de la inseguridad y violencia callejera; contra quienes vociferan consignas de guerra y muerte, contra secuestradores y violadores (Arts. 32, 32-A, 33), contra la falta de atención y recursos para asegurar que nuestros niños, niñas y adolescentes les sea garantizada la salud a través de “servicios médicos y odontológicos periódicos, gratuitos y de la más alta calidad” (Art. 41), contra la falta “de espacios físicos instalaciones y recursos pedagógicos para brindar una educación integral de la más alta calidad” (Art. 53).
La muerte no distingue entre pobres y ricos, tampoco la delincuencia armada, si la imagen ofende, es porque de alguna manera la relacionamos con la verdadera miseria humana, la falta de respeto a nuestra dignidad, y nuestro temor a vernos en algún momento como víctima o doliente.